miércoles

Julio y Carol

Portada
de la edición posterior 
a la reseñada en este blog





























Más información sobre esta nueva edición en

http://julioycarol.blogspot.com

martes

26 de Agosto de 1914

Julio Cortázar, un centenario muy querido

 /  Empezar por cualquier parte, por ejemplo recordando Acerca de la manera de viajar de Atenas a Cabo Sunion, uno de los excelentes textos que componen La vuelta al día en ochenta mundos, donde de manera magistral Julio nos descubre como se diluyen los consejos e indicaciones pre viaje, tras llegar al lugar y descubrir que nada o poco tiene que ver lo que estamos vi(vi)endo con lo que nos habían contado… curiosamente será eso lo que, transcurrido un tiempo, nos quedará como auténtico recuerdo del itinerario…

  Decir a cien años justos del nacimiento del nacimiento de Cortázar (26/08/1914) que lo que compartí con él, aunque entrañable, original y lúdico, apenas se ve como algo reconocible en la distancia, que la colocación de las piezas del puzle, de las fotografías sueltas que componen la vida de los otros para uno, no pueden retrotraer lo vivido, rememorar aliento a mirada, paseo a sonrisa, suspiro a despedida, hasta mañana entonces, sí, mañana nos vemos… eso que ya no está, pasó y no vuelve… 

Aunque Julio, cosa imposible, no hubiese escrito ni una línea, lo que era no habría variado ni un ápice, me parece que esa es su grandeza: su noble y cálida presencia, esa manera de ser y estar más allá de la circunstancia cambiante de cada momento. Claro está que su erudición, absolutamente despojada de cualquier artificio, era, es, innegable; cuesta mucho encontrar esa bonhomía inseparable de una sabiduría plena de humanidad, pero en Julio se daba tal conjunción sin aparente esfuerzo. Caminando con él por París, no dudaba ni un instante en detenerse ante o junto a quien le requería, escuchando con paciencia las complicadas teorías y preguntas que, más de una vez, le planteaban. Su claro y amplio sentido del humor obraba milagros y el interlocutor se alejaba entre sorprendido y fascinado, mientras Julio me miraba sonriendo y agregando alguna pequeña coda que desvanecía el asunto en el aire y ¿qué te parece si tomamos un aperitivo en ese bistró? Precisamente en un pequeño bar, en Saint Germain des Prés, se le acercó una chica sudamericana y extendiendo la mano que Julio estrechó sin dudarlo, le dijo: - A ver si se pega algo. Luego la muchacha dio vuelta y Cortázar me preguntó: ¿Crees que funciona? Yo no sabía y podría haber dicho cualquier cosa, pero antes de que eso ocurriera Julio añadió:- Yo creo que si…    Comparto ahora estos recuerdos de aquel lejano tiempo, inolvidables momentos que serán otros para el que los lea y aunque puedo oler el tabaco del ambiente, entonces aún se podía fumar en los bares, escuchar la música y en mi memoria quedó grabada la imagen de un cuadro colgado del techo que alguien había dejado como pago de la cuenta, aunque todo ello sigue apareciendo en mi mente nada está ya… Julio murió y también Carol, su última mujer, compañera autonauta de la cosmopista, excelente amiga de sus amigos al igual que Julio... Sé fiel hasta la muerte, tal como dice la cita del Apocalipsis que inicia El perseguidor.  

Julio Cortázar también me dio la mano y nunca me tomé el pie. A pesar de su cercanía lo cierto es que lo que él era y sigue siendo a través del legado de su obra, marcaba con claridad los límites de su mandala que devino en rayuela, el equilibrio entre lo que se puede y lo que se debe. Gran maestro con lo único que realmente alguien consigue serlo: con su ejemplo. O make me a mask dice Dylan Thomas en la otra cita de El Perseguidor… tal vez su máscara era esa cálida timidez teñida de síndrome de Peter Pan… Frente al bien abastecido escaparate de una de las librerías centenarias de París, la misma de la que años antes vio salir, reconoció y cedió el paso sin decirle una palabra a Samuel Beckett, y ante un comentario suyo sobre la repetición de los errores humanos, samsara le dicen los budistas, respondí que me parecía recordar que Gide ya había escrito: Hay que repetir las cosas miles de veces, ya que nadie escucha. -Así es, dijo Julio, millones de veces, la sordera es proverbial. 

A cien años del nacimiento del gran cronopio ¿dónde estaría yo entonces? su recuerdo sigue acompañando a los que tuvimos la fortuna de conocerle y a los que a través de sus magistrales relatos pueden, podemos, compartir en cualquier instante la hermosa vida y obra de uno de los seres humanos más entrañables que en el mundo han sido. 
En fin, recordar también los treinta años desde su muerte y cuyo primer momento de soledad en el cementerio de Montparnasse compartí, cuando todo el acompañamiento se había retirado, con Ricardo Bada, Fabio Martínez y Omar Berciano, leyendo el Aplastamiento de las gotas de Historia de cronopios y de famas, pasando y vaciando una botella de escocés que finalmente fue a parar con algunas gotas a la tumba, aún abierta, de Julio y Carol… Largo tiempo de calendario para que los recuerdos, como los del viaje de Atenas a Cabo Sunion, vuelvan a ser lo que fueron, los que quizá inventamos un poco pero que, entre cronopios y famas, tenemos la esperanza de que no cubran de abandono a nuestros seres más queridos. 

Buenas salenas gran cronopio, cronopio… agradecidos por estos cien años de compañía y mil de humanidad.


José Alias. 
Garganta de Galín-Gómez. 26 de Agosto 2014








                                                                                                                                                                                                                   photo : Carol Dunlop
                                                                                                                          París '82 

 

sábado

En Diario UNO. Mendoza, Argentina.

Domingo, 11 de mayo de 2014 |A Fondo 

Cortázar, ese amigo cariñoso, vive en el libro de aquel punk


Jaime Correas
jcorreas@arlink.net.ar

El libro Tiempo de viajes y rayuelas con Julio Cortázar y Carol Dunlop, de José Alias está vivo. Llegué a él por el final, porque allí se cuenta la muerte de Julio Cortázar y cómo el autor compartió una petaca de whisky junto a la tumba donde lo acababan de dejar junto a su amada Carol, su tercera y definitiva mujer, con otros tres que habían estado un rato antes en el sepelio. Uno de ellos, era ya mi amigo, ahora dos más lo son. José en ese  tiempo era punk y así lo recordó alguien muchos años después y dio el alerta para que se reencontraran y nos regalaran otra historia inacabada.

La cosa es más o menos así. Ese cuarteto desolado compartiendo la embriaguez se reencontró 30 años después gracias a la magia de internet y el artífice fue el gran Ricardo Bada, español que vive en Colonia, Alemania y que fue amigo y corresponsal de Cortázar. No lo he visto nunca en persona, pero es mi amigo por la pasión cortazariana. Para más datos, recibió una carta del autor de los cronopios fechada en Mendoza el 11 de marzo de 1973 cuando había venido a visitar a sus queridos Sergio Sergi (el enorme artista plástico), Gladys Adams, su ex esposa por ese entonces, su hijo Fernando Hocevar y su mujer, Susana Ortega. También vino por Lida Aronne, la gran crítica de Rayuela, una mendocina de proyección mundial.

Ricardo Bada, en el aniversario número 30 de la muerte de Cortázar, colgó en su blog la historia de los cuatro tomadores de whisky y para su sorpresa a las pocas horas contestó el que identificó como “el punk de Malasaña”, nada más y nada menos que José Alias. Por otro lado apareció el tercer mosquetero, Fabio Martínez, un periodista colombiano, y faltaba el cuarto. Vía Mendoza, por una conexión que sería larga de contar, Bada dio entre viejos papeles con una carta que le habían devuelto por “destinatario desconocido” dirigida al mosquetero ausente, Miguel Omar Berciano, recepcionista del Hotel Claridge de Buenos Aires, en aquellos años. Todavía no aparece.

Esta historia sirvió para que tomara contacto con José Alias y me llegara su libro vía internet, en formato digital y luego en papel, con su dedicatoria cariñosa.

Para no darle más vueltas, el libro es una maravilla, cuenta la  historia de la amistad del autor con Julio Cortázar y Carol Dunlop, a los que llegó vía Daniel Moyano, el entrañable autor de El vuelo del tigre, una de las más bellas novelas argentinas escritas en el exilio, y de la notable El  oscuro, premiada por la revista Primera Plana con un jurado integrado por García Márquez, Marechal y Roa Bastos.

José fue muy amigo de Moyano, quien sobrevuela su libro, y desde él tendió el puente hacia Cortázar y Carol, con los que compartió entrañables jornadas parisinas y con los que cruzó hermosas cartas que están reproducidas en el libro con fotos y otras delicadezas visuales y documentales.

El libro es inhallable en papel en Mendoza y se presentará en Madrid el próximo 5 de junio. Pero se puede comprar como e-book en éste sitio.

Puede que en breve se pueda imprimir acá. Es preciso y precioso en su marcha hacia lo más íntimo de Cortázar, hacia su hacer y decir cotidiano, hacia su manera amable y cortez de vivir para sus amigos. José Alias lo  cuenta de un modo tan pudoroso, tan despojado de arrogancias o jactancias que el lector siente por momentos que el mimado es él mismo, que Julio Cortázar posa sus atenciones en ese lector intruso, intermediado por  los ojos y los sentires de Alias, que todavía lo recuerda todo, como si hubiese sido ayer.
UNO ENTRE RIOS - Todos los derechos reservados







CORTÁZAR Y JOSÉ. LA CÁMARA DE CAROL LOS RETRATÓ EN PARÍS.

viernes

Presentación en Madrid 5 de junio 2014



*
LIBRERÍA DEL CENTRO
C/Galileo, 52. 28015 Madrid. España. 914298363
5 DE JUNIO DE 2014. 19 HS.




        con

       FABIO MARTÍNEZ, SUSI SÁNCHEZ y  JOSÉ ALIAS.

      Testimonios de JAIME CORREAS, RICARDO BADA  y  PEDRO CASABLANC.

      Música en directo con RAÚL SÁNCHEZ ZORZO.


miércoles


“Lo único posible, dentro de lo probable, es precisamente lo que hacemos, sin ninguna intención, sólo por el viaje, sea lo que eso sea.” (José Alias)

Al terminar de leer la crónica de Viajes y Rayuelas no pude sino pensar que, a fin de cuentas, se trata de un libro de esos que intentan dar cuenta de lo imposible. Avanzar en la cosmopista con destino retroactivo. Sutil paradoja final. Desvelación y ocultamiento... Tiempo de Viajes y Rayuelas es un libro sensible que recomiendo leer como un poema.

Porque, hay que decirlo, la poesía es el eslabón que cohesiona toda voluntad por comunicar lo incommunicable…

Todo a la vez. A un mismo tiempo estallando. En todas las direcciones y en ninguna. Julio Cortázar y Carol Dunlop. Fragmentos de conversaciones y cruce de cartas. Una amistad fragmentaria y cosmopolita. Un puñado de evocaciones atiborradas de nostalgia. José Alias. Testigo melancólico.

Tiempo de Viajes y Rayuelas es un paseo por determinados episodios de la vida del autor y de la vida de Julio Cortázar y Carol Dunlop. Una pequeña sucesión de fotografías capaces de evocar hondos recuerdos. Un libro de relatos. Pequeños episodios que se descuelgan de ese vasto mar. Amplitud macrocósmica que revienta. Pop. Un objeto. 120 páginas. El universo. Nada. Un instante quieto. Una travesía infinita.

El Librero Humanoide



sábado

Tres movimientos discontínuos de Berthe Trépat (Julio Cortázar, Federico Lechner, Rose Bob)

En Rayuela y en su capítulo 23, Julio Cortázar nos relata las andanzas en horas bajas del existencialista Oliveira... En una momento del capítulo, deambulando por París, Horacio Oliveira se encuentra en medio de un concierto de dudosa calidad que escucha entre estupefacto y divertido. Tres movimientos discontínuos, es la primera pieza original que su autora, Berthe Trépat, ejecuta ante una veintena de espectadores que salpican un desolado patio de butacas... Es sobre esta pieza, que Cortázar describe con detalle, que Federico Lechner ha creado el sonido para deleite y agradecimiento de cronopios varios. Con esa base musical, y parte del susodicho capítulo, he editado este clip con la intención de hacer público semejante acontecimiento. Gracias a Julio, Federico y Rose Berthe Bob Trépat. Buenas salenas .

miércoles

1963-2013 Rayuela

1...

56 - De dónde le vendría la costumbre de andar siempre con piolines en los bolsillos, de juntar hilos de colores y meterlos entre las páginas de los libros, de fabricar toda clase de figuras con esas cosas y goma tragacantos. Mientras arrollaba un piolín negro al picaporte, Oliveira se preguntó si la fragilidad de los hilos no le daba algo así como una perversa satisfacción, y convino en que maybe peut-être y quién te dice. Lo único seguro era que los piolines y los hilos lo alegraban, que nada le parecía más aleccionante que armar por ejemplo un gigantesco dodecaedro transparente, tarea de muchas horas y mucha complicación, para después acercarle un fósforo y ver cómo una llamita de nada iba y venía mientras Gekrepten se-re-tor-cía-las-manos y decía que era una vergüenza quemar algo tan bonito. Difícil explicarle que cuanto más frágil y perecedero el armazón, más libertad para hacerlo y deshacerlo. Los hilos le parecían a Oliveira el único material justificable para sus inventos, y sólo de cuando en cuando, si lo encontraba en la calle, se animaba a usar un pedazo de alambre o algún fleje. Le gustaba que todo lo que hacía estuviera lo más lleno posible de espacio libre, y que el aire entrara y saliera, y sobre todo que saliera; cosas parecidas le ocurrían con los libros, las mujeres y las obligaciones, y no pretendía que Gekrepten o el cardenal primado entendieran esas fiestas...

viernes

No nací para ocupar un espacio vacuo y nada más,
se cuál es mi participación en el ciclo de la vida.
Me toco ser Hombre-Indígena Kichwa y no me quejo.

Siento caer prostituidamente la humedad del tiempo,
cuyo peso nómada en mi mochila en ocasiones despeina mi trenza,
en está inhóspita sequedad de las chozas, cuentos y caminos.
Pero aquí firme me mantengo,
entre escombros y desperdicios.
Destruyen mi cuero cabelludo resentido,
despedazan mis sueños, mi alegría,
con la intención de extinguirme, más no podrán aniquilarme.

Porque un día aparecí sobre la tierra milenaria, tierra que me pertenece mas allá del vuelo del cóndor, tierra con todas sus caderas y sus mamas.
Tengo y tuve voz, y grité sueños sin fronteras y no quise despertar sin ellos.
Para así un día escribir mis crónicas de Viajes y Rayuelas.

                                                                                                           Amaruk Kaizapanta

                                                                                                                              11.11.11